martes, 15 de noviembre de 2011

Scene 20 - 5. Sonrisa

Siempre va con él. Siempre. Muchos le preguntan por qué, que si no le apetece dejarla descansar un ratito, aunque sea de noche, pero él les responde mostrándosela con claridad y franqueza. La gente lo deja por imposible.

En el pasado era al contrario. En los días de muy antes, vivía con otras expresiones, otras que se alternaban en su rostro redondo e infantil. Aburrimiento, ira, tristeza, desprecio, llanto, frustración. Un día descubrió que no servían de nada, que tantas malas caras terminaban por hacerle daño. Y se entregó por completo, sincera y apasionadamente a la sonrisa.

No por ello las cosas le fueron mejor, pero sonreír siempre solía traerle más alegrías que penas. Había quien opinaba que llevar una sonrisa todo el tiempo no era sano. Que los abanderados del malcontento terminarían buscándolo y llamándolo falso, ñoño, mentiroso, blando, o buscarían dobleces en aquella sinceridad. También le hablaron de alimañas que querrían aprovecharse de esa sonrisa y todo lo latente que conllevaba, para succionar todo lo que pudieran y después darse a la fuga. Hubo quien le habló de falsarios que crecían como la caries, de devotos de la autocompasión que se broncearían al blanco de sus dientes y después intentarían llevarse un pedazo de esmalte a modo de recuerdo, de arqueólogos de lo ajeno que imitarían como carillas la superficie de su dentadura y se vestirían en plástico y porcelana soñando acercarse a su brillo genuíno.

Y a todo aquello contestó... como solía contestar. Con una sonrisa. Quizá a veces le dolieran las muelas por tragar azúcar, o las comisuras por forzarse a comprender y sonreír cuando le llovían bofetadas, pero era la propia fuerza de su sonrisa la que ayudaba a que los dolores, las penas, las decepciones y las maledicencias fueran menos, y pasaran rápido.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Blue Winter

Hoy me ha llegado un conjunto handmade para Miranda. Siruveru me enseñó la tienda en Etsy de wimukt (foxybrown), y me avisó de que ella estaba esperando dos conjuntos de esa artesana. Aprovechando el envío (y la coyuntura) pedí este conjunto. Además, Siruveru me ha vendido una magnífica bolsa de transporte, y me ha regalado una chaqueta de punto que estoy deseando probar a Miranda.

Las fotos están hechas en la casa de campo de un amigo. A eso de las seis de la tarde, había una luz perfecta para el complicado whiteskin de Miranda. He sacado algo más de 100 fotos, y sorprendentemente he borrado sólo una veintena.

Os ofrezco diez de las mejores. Espero que os gusten. Ha sido un gustazo volver a sacar a Miranda y hacerle fotos, después de algo más de medio mes sin hacerle caso.












Gracias por leer :)

jueves, 3 de noviembre de 2011

Scene 20: 13. Amigo

Al principio de vivir con La Grande, Noviembre lloraba mucho.

No por no estar en el lugar donde nació, donde las paredes la odiaban y el suelo era su sitio. No por su abuela, ni por las personas que no paraban de llevarla de mano en mano, mirándola con el ceño fruncido y haciendo diagnósticos equivocados sobre su forma de ser. No por los niños raros, de aquellas casas extrañas, donde Noviembre llegaba llevada como un zarandillo por manos secas y voces aún más secas.

Hubo alguien que la quiso, por un breve instante, por un tiempo demasiado corto. Alguien que la quiso.

Alguien se atrevió a intentarlo, a pesar de su silencio y su espacio impenetrable. Alguien que tuvo la paciencia suficiente, y la sinceridad adecuada, para adaptarse a sus tiempos y buscarle las cosquillas.
Pero pronto se fue, y no quisieron decirle donde. La trataron... como siempre la trataban, como una niña pequeña y demasiado tonta como para entender las cosas. Dijeron que no volvería. Unos decían que se había ido al cielo, otros, que simplemente había desaparecido. Algunos decían que lo olvidara. Pero... ¿cómo puede alguien olvidar el calor hallado en quien tuvo el valor y la inconsciencia suficientes para no abandonarte?

Luego llegó La Grande.
Noviembre lloró mucho, pero ella nunca preguntó por qué. De un modo extraño, sabía que Noviembre no respondería. No estaba en su naturaleza responder a las preguntas. Así que le limpiaba los mocos y le tomaba la mano, y la llevaba a la cama cuando se quedaba dormida. La bañaba llorando, llorando le servía la comida, pero La Grande no lloraba ni se desesperaba.
Sólo aguardaba, con una media sonrisa en el rostro.
Y un día Noviembre dejó de llorar.

Entonces La Grande le hizo un tazón enorme de infusión de hierbas, le puso unos calcetines gruesos, suaves y calentitos... y se sentó a esperar.
Leyó entonces en Noviembre, porque ella se lo permitió, como una hermosa flor que cede a la escarcha y se abre para recibir el sol. Leyó en ella el amor y la comprensión, la pérdida y la desesperación, la soledad reencontrada y el espacio hueco dentro de Noviembre.

Y La Grande le puso un dedo, largo y blanco, en el pecho. Señalando ese espacio.
"No está hueco, Noviembre. Aquel que te quiso tanto, aquel al que tú quisiste sin esfuerzo alguno, está ahí. Pero se ha escondido porque le duele verte llorar"

"Cuando alguien se va, Noviembre, cuando alguien que nos quiere se va" susurró La Grande, alcanzándole el tazón y animándola a sorber el líquido, cálido y sabroso ", no se va del todo. El tiempo que pasó con nosotros y el amor que nos dio, se instalan en nuestro interior. Hay una parte de él viviendo en tí, niña, hay un hueco en tu interior que alberga una parte de su vida... la vida que te dedicó"
Noviembre se miró la panza y no vio nada, pero creyó las palabras de La Grande porque... alguna vez, cuando estaba en su duermevela, en silencio y tranquila, lo había oído corretear por las salas de su alma rota, recomponiendo los pedazos y acurrucándose en los vanos. Eso la ponía más triste. Noviembre figuró un puchero y las lágrimas le anegaron los ojos.

"No debes llorar, Noviembre" susurró La Grande, secándole las lágrimas. "No debes llorar porque, cada vez que lloras, la parte de él que está en ti, también llora. Se asusta y se esconde. Tienes que estar tranquila y contenta, como cuando él estaba contigo... así será cuando podrás verlo y escucharlo de nuevo, en ese hueco que hay en tu memoria para él. Escucharlo tal y como era, alegre y cariñoso, loco y especial."

Así que Noviembre lloró un poco más, pero después ya no. Después se dedicó a dibujar en un cuaderno, cada vez que se acordaba de él, todos esos pequeños y breves momentos en que los dos fueron un poco felices y un poco locos, un poco amigos y un poco hermanos, un poco tranquilos y un poco excesivos. La Grande escribió en la portada, con letras bonitas, botones y conchas, el nombre del que la amó a pesar de ser la niña peculiar que nadie comprendía.

Se llamaba Pipo, y le encantaba ladrar a Noviembre cuando corría descalza por el pasillo.


(Este texto no lo he escrito ahora... pero es que pegaba tan bien...)